Y desprenderme de los grilletes en los pies y de la condensación del aire enrarecido de los cuerpos que ya no se desean… de los cuerpos que simplemente esperan, indefinidamente, a que algún día pase la tormenta.

Negarse a uno mismo es condenarse a no vivir. Es ir muriendo en vida… cuando la muerte, inesperada e inevitable, no ha llegado todavía.

Cuánto drama bajo la alfombra, cuánto llanto sobre la almohada, cuánta ilusión desamparada…

¿Merece la pena quitarte tú para que se ponga el otro? O peor aún, ¿merece la pena quitarnos los dos para que la nada avance, sin piedad, llevándoselo todo por delante?

Resolvamos como adultos lo que soñamos como niños… pongámonos los dos, cada uno en su camino.

No hay excusas ni demoras, cuando sientes que ha llegado la hora.

Despréndete de todo aquello que ya sobra… atrévete a quedarte solo con lo que te aporta.

Sé que estás mirando… puedo sentirlo… y también sé que dentro de ti todavía queda algo que entiende perfectamente lo que digo.

¿Y sabes qué más te digo con todo mi cariño? Que cada uno es libre de crear su propio destino… creas o no, en que ya esté escrito.

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